¡Bienvenidos a bordo! El crucero que parte desde Civitavecchia por la tarde, se detiene en los puertos de Ponza y Capri. Al cuarto día arriba a Taormina.
Se observa a la gente deslumbrada por el espectáculo que se aprecia al llegar a Mesina de noche. Mesina es siempre fantástica, pero verla desde el mar, de noche, toda iluminada es un espectáculo. El grupo baja del crucero y cada uno se organiza para conocer la encantadora Taormina. Estarán en esta ciudad durante nueve horas: algunos se sienten perdidos, otros más tranquilos, se organizan eligiendo puntos de interés para visitar. También están aquellos que prefieren ir a la playa, aprovechando el calorcito de la primavera y me parece una idea excelente, ya que las playas son esplénidas y no están repletas de gente en esta época.
En la playa de la Bahía de Mazzarò delimitada por Capo Sant'Andrea e Isola Bella, el agua parece más cristalina aún que en el verano. Esta playa es un lugar que transmite serenidad pero no alcanza con describirla: hay que verla para vivir estas sensaciones. Una vegetación rica rodea a Taormina y los visitantes disfrutan del clima templado. Su belleza se enriquece con algunos sitios turísticos famosos de la isla como por ejemplo Castelmola, con su castillo del período quinientos reducido a unos pocos restos a causa de los bombardamientos. Interesante es la historia de Castelmola, ya que elevándose sobre una roca, fue un lugar de reparo para todos los habitantes de las localidades limítrofes durante las guerras: era una fortaleza natural que, por la falta de calles, se convertía en un lugar hostil y de difìcil conquista.
Una vez cumplidas las nueve horas en Taormina, los turistas cargados de souvenirs, se dirigen hacia la embarcación, algunos de prisa, otros, pensando de perder el crucero. Pero todos con algo en común: la sensación placentera de la vitalidad que produce visitar esta tierra espléndida como lo es Sicilia y la maravillosa Taormina.