Liguria, Cervo
Tal vez, sería mejor decir no
«Ciervo y mar», sino
«Ciervo es el mar». ¿Qué más es este pueblo de marineros si no es un velero listo para lanzar, un velero de piedra alada mordido por la solución salina, lo que desde arriba explica la vela barroca de la
Iglesia de Corallini apuntando decisivamente al mar abierto?
Cervo nació de las olas que se hunden bajo las pestañas del libeccio, nació de la espuma iridiscente del mar que voló aquí siglo tras siglo para modelar pacientemente cada roca hasta que el sueño no se haya realizado plenamente; porque este es ciervo: un sueño hecho de piedra y agua de mar. Y el hombre.
El hombre de esa época, el de los siglos y milenios de esfuerzo y aventura en los mares de todo el mundo, fuerte con una fe con sabor amargo a sal, rico en la extraordinaria épica de los pescadores de coral, que desde hace siglos salen de aquí cada primavera para desafiar abiertamente los riesgos del mar y los felucianos de los «
turcos», así como con sus propias manos enfrentó y ganó los océanos de todo el mundo.
Cervo siempre ha visto a sus hijos ir por mar, y bien se puede decir que no hay casa aquí donde al menos uno de los hombres no haya sido, o sigue siendo, marinero; pescador, nostromo, capitán o marinero en los frágiles veleros que los promovieron Caphornier en los mares del otro lado de la tierra; para todo lo que puse «
saco y litera», y para la gran aventura.
Aquí quedan recuerdos distintivos, encerrados en secreto en modelos de veleros que ahora están escondidos en la sala de estar, buenos para decirles a aquellos que saben escuchar los tiempos y a los hombres que no regresan. Eso, eso era «
gente del mar».
Y para esos marineros, al regresar a tierra, no podía haber otra casa sino una casa hecha junto al mar en un pueblo que sabe todo sobre la solución salina, donde todavía se levantan casas apropiadas de sus terrazas, trinchetti. y pennoni en la ansiedad de correr hacia el mar que les espera debajo, que un baba de viento es suficiente porque parece que quieres pasear por ellos haciendo espuma en los callejones sombríos como hervir sangre en las venas.
Un sueño llamado Ciervo hecho de recuerdos, esperanzas, viento, velas bajo las estrellas, de albatros en lo alto del cielo, de piedra escarpada que la ola tiene con el tiempo amorosamente politus en un amplex renovado perennemente de caricias murmuri a la luz de la luna, de zumbidos a la brisa, de sensuales languijuelas veraniegas, de poderoso marous reiterando sin cesar, una posesión que Cervo abandona: El ciervo es todo su mar, ciervo es el mar. (Franco Ferrero)
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